Creo que en Lago ya no me amabas, que ya no te parecía gracioso que siempre tuviera hambre de ti. Que mirarte a los ojos y decirte en voz alta que me moría por recorrerte palmo a palmo con mis manos no era tu estilo, que nunca lo había sido.

Creo que me acuerdo. No lo creo, recuerdo nítido el frío susurrándome en la nuca, los pelos de punta, las manos entre los muslos para sentir calor. Siempre tengo tanto calor y tan poquito con el que abrazarme el cuerpo, siempre las manos frías y las tripas hirviendo.

Pensaba en la cena en el vino. Pensaba en que de todos los vinos del mundo el único vino que me gusta es el vino blanco, afrutado, pero no dulce, ni seco, algo como el agua de coco con menta, aunque nunca he probado el agua de coco con menta y en realidad no me gusta beber mientras como. Pensaba en porque alguien que me quiere me llevaría a un sitio de vinos, si no me gusta el vino.

Pensaba en la conversación de la mesa de al lado, esas tres mujeres navegando entre risas un menú de 6 platos, preguntando al camarero una y otra vez si ese vino era más dulce que aquel, o cuál venía de Francia. Lo observaba todo, sin poder apartar la mirada. La curiosidad desbordando la mesa, el vino respirando en la comisura de sus labios perfilados, sus manos al brindar, los ojos brillándoles de lujuria. He pensado tanto en ellas, en esas mujeres de las que sólo recuerdo miradas cómplices y rasgos difuminados bajo la tenue luz de aquel salón con vistas al agua. 

Yo te miraba y pensaba en tocar tu boca como Cortázar tocaba la boca de la maga pero aquello no era magia. Era ficción. Tu seguías tus notas, tu guión, lo que debías hacer y decir; y yo estaba esperando, esperando a que decidieras que era mejor improvisar, esperando a que por fin me miraras a los ojos, de verdad, que te aprendieras de memoria el momento exacto en el que mis pupilas se dilatan y que vieras el universo haciéndose pequeñito entre mis pestañas, y entonces dejaras de actuar.

Y por eso creo que en Lago ya no me amabas. Y a veces creo que no nos hacían falta todos esos restaurantes para entender que tu no me ibas a querer nunca.

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