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Mostrando entradas de noviembre, 2013
Escribo con tiza los días que llevo sin verte, y termino cansada de pintar en la pared todos los ratos que nos quedamos a medio vivir. Sigo planeando las semanas, ya sabes, con el fosfi en una mano y la agenda en la otra; sin embargo hace tiempo que dejó de ser tan divertido si entre las páginas de exámenes no aparece ninguna frase de las tuyas, si en Junio no hay un montón de monigotes disfrutando de su propio final de curso, si un día como hoy se puede escribir sin tropezarse en cada línea con un cumple Paula. Supongo que las clases de química seguirían siendo jodidamente aburridas aunque tú estuvieses, aunque yo no vuelva a tocar uno de esos libros en mi vida. Sin embargo, a veces me parece que las echo de menos: a ellas, a comprobar que nuestro sistema nervioso funciona correctamente a golpetazo de rodilla, a darnos cuenta de que las fórmulas se han multiplicado en la pizarra y no nos enteramos de nada, a mirar incansablemente Twitter y partirnos de risa desde la primera fil
Me moría de ganas por volver a casa con las medías rotas, aunque la culpa no la tengan tus manos. Me moría por volver a compartir un vacío, escondidos en algún portal. Por tu sonrisa. Por otra calada más de ese morbo que convertías en volutas, inundando tu habitación, ese balcón a una playa que nunca visitamos. Me moría. Y creo que aún sigo así, muriendo. Matándome, con esta valentía suicida de echarte de menos. Pero morirse no está tan mal. Es como decir que odias viajar en metro cuando te encanta pasar 50 minutos con Robe susurrándote al oído que eres más puta que la Luna. Morirse va de inundarse en cerveza por un par de monedas, de secretos con más mentiras que admiración, de cartulinas en espejos. Morirse también es leer desde Rayuela a Grey, pasando por Rousseau y odiando a Fantova, todo a la vez mientras dinamitas la batería del teléfono, saltar desde la ventana del tercero viviendo en una planta baja. Y vivir no es más que la mentira que te vende la tele, las escaleras