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Mostrando entradas de enero, 2012
Queridos tertulianos de la habitación vacía: El viento de ahí fuera no me deja pensar, la noche oscurece el mundo y pequeñas lucecitas parpadeantes se adentran en la oscuridad para mostrar el camino a todos los que siguen en los mares de asfalto. Acompañada de un humeante té con sabor a infancia y unas cucharadas de azúcar moreno, me pierdo en abrazos de acordes electrónicos, sonrisas literarias y cubos de Rubik. Háztelo.
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Queridos tertulianos de la habitación vacía: Desde las tapas, convertidas en una especie piscina de agua clara, donde se veía crecer un árbol de la pantalla de un portátil, colocado frente a unos pies, como no, descalzos, hasta las últimas líneas en las que la autora confesaba como, año tras año, se deshacía de todo aquello que no necesitaba  "el hombre es rico en proporción a la cantidad de cosas de las que puede prescindir" . Allí conocí a Thoreau, entre festivaleros de U2 y recuerdos con olor a cosmética de lujo, pero también a Larry.  Saboreo las palabras con las que empiezas a meterte en su mundo. Te atrapa. Ponte los vaqueros Gap, la camiseta Nike, las Reebok (o quizá las Converse, si consideras que te dan un aire irónico y enrollado a lo Kurt Cobain). Toma tu mochila Adidas, ve al instituto montado en la Razor, bébete un Poland Spring, cómete una powerBar, escribe un trabajo en tu iMac, enfúndate el chaquetón Ralph Lauren. Cómprate el último CD de Tower, consulta el id

Continuidad de los parques, Julio Cortázar. Final alternativo.

Había empezado a leer la novela unos  días antes. La abandonó por negocios  urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la  finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían a
Queridos tertulianos de la habitación vacía: De nuevo suena Fito. Parecía que hacía años que no se colaba en mi habitación. Buen rollo. Estoy sentada encima de una torre de libros. Sí, una torre de libros. No, no tengo sillas. Las sillas son aburridas. A perder el miedo a quedar como un idiota , granuja, lo aprendiste todo de una bruja.  Susurra al oído que es el mejor. No, no lo eres. Suena la melodía... Puedo escribir y no disimular. Me impresionas, justo porque crees que no lo haces. No, sigues dormido, en tu sueño de canciones. Acércate, terminaremos esta historia borrachos de pastillas de freno. Como un beso en el portal . ¿Uno sólo? No me sirve. Llena esta habitación de un sabor infumable, el de tus besos. Vuélveme loca. ¿Cómo? Si, ya se que ya lo estoy.  Más. Matemos el tiempo luchando por perdernos el uno al otro. Universos de coca-cola. Nademos en las cimas, escalemos el mar en calma. Eso es. Como un beso en el portal , serás iluso. Como un beso en cualquier lugar, a cualquier