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Mostrando entradas de septiembre, 2013
Queridos tertulianos de la habitación vacía: Siempre lleva encima esa distancia de seguridad que asusta, la magia que robó a todo un circo y silencios de los que merece la pena escuchar. Viaja sin brújula, y para no perderse se ampara en el cielo (o en sus pupilas). Sigue creyendo en todo aquello del firmamento, las rutas de luces muertas y las casualidades. Escribe frente al estante de poesía y en la cama. Hace poco descubrió que sólo le tiene miedo al miedo (con permiso de Carlos Salem) y que le encanta ser como Hoffman y el LSD. Adora los amaneceres, los atardeceres, las noches sin luna y los días de mierda. Porque ella también fue un poco de alguien, y un mucho de nadie. Siempre como un puzzle a medio hacer, del que se conocen todas las piezas, como ese truco de magia que todo el mundo sabe hacer. Le gusta ver la carretera desde el retrovisor del copiloto, y caminar con los dedos en la chapa de la puerta. Prefiere las miradas perdidas a desafiarse en duelos sin sentido.
Queridos tertulianos de la habitación vacía: Jugar a ser Dios con polvo de ángel, por aquello de que la soledad asusta más que las agujas. Y volver a soñar con olvidarlo todo (de nuevo). Toda una vida esperando para ser contada: Pero yo nunca tuve uniformes, ni papelinas, ni botellas en bolsas de papel. No he vivido de incienso y vidrieras, no me he cobrado ni uno sólo de mis pecados en oraciones. No he escrito en los portales, para ser el pseudónimo de algún anónimo que decidió que aquella pared era el lugar perfecto para aquel grito de libertad en naranja butano. No he sido una de esas niñas bien con vidas mal, de las que creen que van a 200 por hora cuando lo único que han hecho es desabrocharse el cinturón de seguridad.  Sigo huyendo de todas esas mierdas que nos han hecho un poco menos personas, sigo sonriendo cada vez que me quedo sin cobertura en mitad de la nada, sólo porque llevaba meses deseando no estar disponible para nadie, para nada. Yo sigo sosteniendo infiernos: