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Mostrando entradas de enero, 2022

el tiempo ubicado en un espacio infinito inalcanzable

La melancolía es un sentimiento cuántico. En un mundo sin certezas, es la probabilidad del ayer. Una onda intangible que se convierte, testaruda, en refugio. Un refugio que se desmorona con cada pulsación, dónde las ausencias se acarician las unas a las otras, se susurran promesas imposibles y se besan las mejillas. Mi refugio huele a canela y sal, a hierba recién cortada en un domingo bajo el sol y a las horas que, pesadas, se mecían entre las páginas de los libros que devoraba cada verano a la sombra del algarrobo en el jardín.  Mi refugio, el de las ausencias y la melancolía, siempre mira hacia atrás. Y cuando me asomo a él, con la luz entrando por la ventana, puedo ver todo un universo de pequeñas motas de polvo que se mueven sin prisa, giran en círculos y poco a poco, se desvanecen. Y si me fijo, si me concentro y elijo una de esas pequeñas partículas me veo a mi misma corriendo en la arena, con una toalla sobre los hombros y sin poder parar de reír mientras una tormenta de verano