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Mostrando entradas de diciembre, 2011
Estimades, estimats: En moments com aquestos, de plutges falsejades i extranys en la nit, em confesse addicta a l'heroïna imaginada en els braços d'algun actor de nom pacífic, a córrer darrere de submarins grocs que abandonaren les paraules dels somnis per a trasladarse a la calçada i a buscar xocolateries per a acabar bocabadada davant un xiquet de cabell arissat que compartia taula amb papes i un Cola-Cao que ningú es prendria.  Si contínue confessant dire que m'han vingut més d'un parell de noms al cap entre les rialles, les cames inquietes i les mans que viatjaven inconscientment a la boca. I més d'un somriure d'anhel m'ha tapat els llavis mentre sonava aquell what a wonderful world...

Pequeñas voces sin cuerpo...

Tengo mil almas encerradas en mi mente. Se pasan los días en silencio y las noches envenenando mis ideas. Por la mañana se miran, rencorosas, unas a otras y se esconden en algún recoveco. En los atardeceres, si es que los hay algún día, se escucha al sol caer entre las montañas, en un silencio definitivo. Muchas veces suenan acordes de no se qué guitarra que hay perdida en mi cabeza y todas salen de sus escondites a mirarse con nostalgia.  En invierno hay una hoguera, y a veces se pueden oler recuerdos de días felices. En verano se tumban frente a las neuronas y parece que las sonríen con sus ojos vacíos. En otoño desaparecen, regresan a su pequeño refugio y sólo se gritan en la oscuridad. Pero es en primavera cuando se fuman los recuerdos, las melodías, el calor y los gritos.  Sobre mi frente, con los carbones fríos del invierno, escriben que esperar duele y me susurran desde dentro los recuerdos de sus vidas esperando una tarde libre. 
Queridos tertulianos de la habitación vacía: Amanece. Un ejército de nubes de algodón se dispone a atacar al cielo, más azul y más profundo que de costumbre. Comienza la guerra, y parece que se funden, los ejércitos y el cielo, en pinceladas sobre el lienzo de la mañana. Aparece allí, a lo lejos, impasible a la batalla que se libra sobre él. Con aspecto carcelario, y un interior helado por primera vez en años, mientras cientos de autómatas ataviados con mochilas y sueños encerrados se acercan a él.  Soy como todos ellos, con la mirada perdida en el suelo y el frío calado en el cuerpo. Y pensando en problemas insensatos con números y ecuaciones, vuelvo a mirar al cielo.  Me he perdido la batalla. El cielo ha terminado con los ejércitos fucsias, y ha vuelto a tener ese tono pálido, triste, el azul de todos los días. Y me he perdido la batalla. Era única, e irrepetible. Y yo, con la mirada perdida en el suelo.