añicos

¿Y qué si yo quiero morirme de hambre?

¿Y qué si no quiero beber? 

¿Y qué si no puedo dormir?

¿Y qué si me hablo con crueldad?

Estas son mis aspiraciones: Sentarme a escuchar el eco en un templo vacío. Mirar al cielo y esperar. Avivar el fuego con la calma de quién lo vio nacer. 

Abro la agenda y leo: Miserias de 8 a 12, yoga los miércoles, jueves de batalla y autosabotaje, revisar los correos, eliminar, eliminar, eliminar, spam. 3 noches sonriendo a desconocidos por el salario mínimo. 8 horas de sueño, menos los 15 minutos de sermón destructivo dando un repaso a tu vida y pisando cristales. Levantarse a las 6, otro día gris. El martes: sentirme querida, darme una tregua. Mirarme bonito al analizarme en el espejo, pero sólo hoy. Escribirlo todo en una nota del móvil. Borrar. 

Encadenada a un calendario. A una fecha de entrega. Al "mañana te llamo, que hoy estoy muy liada". Poniendo distancia. Alzando los muros. ¿Y ahora qué? Ahora, no sé. ¿Tengo que saberlo? Encadenada a todas las tareas absurdas que me sigo cargando sobre la espalda. Para que nadie la acaricie al anochecer, porque no quiero, porque me da miedo acostumbrarme. 

El ave fénix en el infierno llevaría mi nombre, enterrándose en cenizas justo antes de volar. El tiempo no para pero no me cambia. Sigo en el mismo lugar, en un sitio nuevo pero estancada en este palacio de cristal. De cristales rotos que he apedreado una y mil noches y que, aunque sean sólo añicos no me dejan respirar.

No sabía que a este palacio le llamaban ansiedad. 

No me quiero escuchar. 

Recuerdo perderme por estos pasillos acristalados, una suerte de invernadero en mi memoria, llenos de plantas de grandes hojas, con el sol colándose por las ventanas. Recuerdo la calma, y respirar. Los silencios. Mi palacio en calma. 

Antes. Antes de este ritmo salvaje que nos hemos impuesto y que algunos se empeñan en llamar realidad. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

La tierra prometida

Domingo de resurrección