No necesitaban palabras, pero aquel juego les divertía de sobremanera. Sol de media tarde entrando entre las cortinas, una mesa olvidada en la esquina de un café abarrotado. La mirada indiscreta de una señora que fingía. Que lo fingía todo, todo el tiempo; pero no podía evitar mirarlos. Puro magnetismo. 

Y el camarero pasando a toda prisa, malabarismos de bandeja y pajarita. Camisa cara en un cuerpo  maltratado por una jornada laboral que humilla. ¿Para esto tantas huelgas, para esto el sudor de un padre orgullo de la clase obrera?

Y en la barra, soberbia herida a golpe de whisky y mirada de desprecio entre sorbo y sorbo. Y qué guapa vienes hoy. "Es mi uniforme", ojos de fuego mientras sigue secando las tazas que acaban de salir de la cocina. 

En la olvidada mesa del rincón, sus miradas se cruzan. Él se aclara la garganta, junta las manos en un gesto ceremonioso y despega los labios a un ritmo etéreo. 

- Necesito tiempo.
Ella, que lo mira curiosa, no puede evitar ese intento de sonrisa que su comisura rebelde siempre hace al escuchar su voz. Y dispara, ardiente, la primera pregunta del juego.

- ¿Para qué?

Él baja la mirada, juega con sus dedos y un posavasos de cartón. Lo hace girar un par de veces y suspira. Alza sus ojos hasta encontrarse con sus manos, las de ella, apoyadas en el borde de la mesa. 

- Para besarte,-señala con su índice la mano derecha de ella mientras emula unos toques- uno a uno, los dedos. Derretirte las pesadillas con mi lengua rozando las líneas de tu mano. 

No puede evitar relamerse. Sus miradas vuelven a encontrarse. Vuelve a su boca, la de ella, ese intento de sonrisa que le arranca la coraza pero sus ojos, laguna oscura sin horizonte, siguen fijos en los de él, sin desvelar ni un ápice del derrumbe. 

-Eso es tremendamente inapropiado. - Levanta las manos de la mesa y dobla sus piernas con un gesto mordaz, las manos vuelven a la mesa descubriendo sus palmas y las líneas que no dejan dormir a su interlocutor. Le mira en silencio y su mirada parece que se endurece un poco más- Sigue. 

- Tienes manos de pianista. -Se lanza como un loco a sus manos, las de ella. Las abraza con sus dedos y las recorre sin prisa- No. De escritora. -Dice agarrándolas con fuerza y amor, como una madre abraza al hijo que le acaban de arrancar de las entrañas- Tienes manos de lucha, de guerrilla. Tienes manos de Diosa oscura, de hija de los lobos. Pero te he mentido, no quiero tiempo para tus manos. Quiero el tiempo para que dejes que las mías busquen tribu entre tus muslos. Voy a lucharte cada centímetro de tu piel de universo, quiero recorrer todas las constelaciones que forman tus lunares. 

- ¿Y después?

-Después haremos estallar un universo aún mejor


Comentarios

Entradas populares de este blog

La tierra prometida

Domingo de resurrección

añicos