Día 46

Leyeron algo sobre el poder de las palabras; me acordé de tu boca recreándose en los "te quiero" de cada despedida, en mis manos aferrando la puerta en un intento desesperado por no aferrarme a ti, en todos los "no sé" que habían sonado en cada una de las batallas en las que, entre libros y miradas, nos habíamos ido perdiendo poco a poco. En fin, se atrevieron a hablar del poder de las palabras aquí, entre rejas. 

Mientras la estúpida voz del guardia, acompañada del tintineo de las llaves de las celdas, resonaba en el pasillo, hablando sobre un samurai egocéntrico que cayó rendido ante las enseñanzas de un viejo monje, yo pensaba en el poder de los silencios, de la opresión de la nada y del miedo. 

Después, en la cama, perdiendo la mirada en las marcas que los grilletes me habían dejado en las muñecas, me acordé de todas tus cicatrices, de todos aquellos silencios opresores que me había encargado de dinamitar sobre tus miedos, de todas aquellas palabras con las que nunca bombardee tus dudas por no querer perderme entre las cenizas de lo que dejasen a su paso, me acordé de ti. Y me sentí carcelero y no sólo otro preso más de mi locura.

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