¿Y qué si yo quiero morirme de hambre? ¿Y qué si no quiero beber? ¿Y qué si no puedo dormir? ¿Y qué si me hablo con crueldad? Estas son mis aspiraciones: Sentarme a escuchar el eco en un templo vacío. Mirar al cielo y esperar. Avivar el fuego con la calma de quién lo vio nacer. Abro la agenda y leo: Miserias de 8 a 12, yoga los miércoles, jueves de batalla y autosabotaje, revisar los correos, eliminar, eliminar, eliminar, spam. 3 noches sonriendo a desconocidos por el salario mínimo. 8 horas de sueño, menos los 15 minutos de sermón destructivo dando un repaso a tu vida y pisando cristales. Levantarse a las 6, otro día gris. El martes: sentirme querida, darme una tregua. Mirarme bonito al analizarme en el espejo, pero sólo hoy. Escribirlo todo en una nota del móvil. Borrar. Encadenada a un calendario. A una fecha de entrega. Al "mañana te llamo, que hoy estoy muy liada". Poniendo distancia. Alzando los muros. ¿Y ahora qué? Ahora, no sé. ¿Tengo que saberlo? Encadenada a toda
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