Estimades, estimats: En moments com aquestos, de plutges falsejades i extranys en la nit, em confesse addicta a l'heroïna imaginada en els braços d'algun actor de nom pacífic, a córrer darrere de submarins grocs que abandonaren les paraules dels somnis per a trasladarse a la calçada i a buscar xocolateries per a acabar bocabadada davant un xiquet de cabell arissat que compartia taula amb papes i un Cola-Cao que ningú es prendria. Si contínue confessant dire que m'han vingut més d'un parell de noms al cap entre les rialles, les cames inquietes i les mans que viatjaven inconscientment a la boca. I més d'un somriure d'anhel m'ha tapat els llavis mentre sonava aquell what a wonderful world...
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Pequeñas voces sin cuerpo...
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Tengo mil almas encerradas en mi mente. Se pasan los días en silencio y las noches envenenando mis ideas. Por la mañana se miran, rencorosas, unas a otras y se esconden en algún recoveco. En los atardeceres, si es que los hay algún día, se escucha al sol caer entre las montañas, en un silencio definitivo. Muchas veces suenan acordes de no se qué guitarra que hay perdida en mi cabeza y todas salen de sus escondites a mirarse con nostalgia. En invierno hay una hoguera, y a veces se pueden oler recuerdos de días felices. En verano se tumban frente a las neuronas y parece que las sonríen con sus ojos vacíos. En otoño desaparecen, regresan a su pequeño refugio y sólo se gritan en la oscuridad. Pero es en primavera cuando se fuman los recuerdos, las melodías, el calor y los gritos. Sobre mi frente, con los carbones fríos del invierno, escriben que esperar duele y me susurran desde dentro los recuerdos de sus vidas esperando una tarde libre.
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Queridos tertulianos de la habitación vacía: Amanece. Un ejército de nubes de algodón se dispone a atacar al cielo, más azul y más profundo que de costumbre. Comienza la guerra, y parece que se funden, los ejércitos y el cielo, en pinceladas sobre el lienzo de la mañana. Aparece allí, a lo lejos, impasible a la batalla que se libra sobre él. Con aspecto carcelario, y un interior helado por primera vez en años, mientras cientos de autómatas ataviados con mochilas y sueños encerrados se acercan a él. Soy como todos ellos, con la mirada perdida en el suelo y el frío calado en el cuerpo. Y pensando en problemas insensatos con números y ecuaciones, vuelvo a mirar al cielo. Me he perdido la batalla. El cielo ha terminado con los ejércitos fucsias, y ha vuelto a tener ese tono pálido, triste, el azul de todos los días. Y me he perdido la batalla. Era única, e irrepetible. Y yo, con la mirada perdida en el suelo.
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Queridos tertulianos de la habitación vacía: Otro día más, y me pides que termine. Y puede que pase noches sin dormir, pensando mil tonterías sobre la apariencia, la esencia y unos cuántos locos que pasaron a la historia me acompañen. Pero a pesar de ello, aunque la noche se haya convertido en día y el día, en una continuación somnolienta del ayer, seguiré viniendo aquí, a pesar de tus gritos, de tus miradas hostiles porque paso más tiempo aquí que allí. Allí no es un lugar, es sólo un recuerdo de lo que anhelo, una mentira. Y os miráis, y parece que todavía te brillan los ojos, y que él espera pasar todos los días cumpliendo tus deseos. Pero yo ya no creo en los cuentos, las hadas y el polvo de estrellas.
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Queridos tertulianos de la habitación vacía: Un frío insensible, mientras afuera el sol brilla negando el saludo al gris noviembre, mientras muchos despiertan de una noche importada, de un recuerdo edulcorado con risas y cubatas, mientras otros, lanzan la mirada atrás, en el triste principio del final, floreciendo sobre viejas lápidas ramilletes de solitarias flores y lágrimas. Todo comienza a cambiar. Un frío insensible, el mío. El de los silencios, y los monosílabos como único lenguaje. El de las lecturas obligadas, las realidades distorsionadas y las viejas glorias sonando al máximo sobre una alfombra que te ve bailar y lanzar la mirada al techo. ¡Cómo si el blanco yeso pudiera corresponderte! ¡ Cómo si fueses tú capaz de sentir lo mismo que el yeso! Y el calor del sol rozándote, pidiendo una nueva oportunidad, susurrándote que será diferente, que ahora todo es diferente. Deshazte de los abrigos, de los calcetines hasta las nubes, de tus queridos guantes, gorros y bufandas, el ...
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Queridos tertulianos de la habitación vacía: He pasado noches en vela con preguntas insaciablemente tontas, y me he despertado con respuestas estúpidas y dispares como sonríe, mira la tele, estudia, y serás perfecta para el mundo . Sin embargo, llego a conclusiones mucho más fantásticas cuando las preguntas son letras de canciones mal cantadas, y las respuestas un par de frases contradictorias en conversaciones a media tarde. ¿La respuesta? Que sí, que claro, que nos encanta. Los errores son nuestra religión, y todo ese cuento de que queremos aprender de ellos es tan incierto como decir que el sexo es un tabú, la política social una realidad y las matemáticas algo útil. Todo eso de que pasamos la vida en busca de la perfección, no. Fingimos que eso es lo que buscamos, pero perseguimos equivocarnos, no queremos ver la tele , queremos enloquecer con palabras retorcidas, frases incomprensibles e historias fantásticas, con libros cubiertos del polvo de la desculturización, no queremos...
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Todavía era de noche cuando apareció en el andén de aquella vieja y solitaria estación acompañada de una enorme maleta metálica, un tomo de alguna biblioteca perdida en unas coordenadas olvidadas y algún que otro objeto sin interés. A las 7:15 un enorme espectro blanco cruzó la estación seguido de un chirriante silbido, en su interior, un par de víctimas de la rutina y la cafeína observaban con los ojos vacíos el otro lado del gélido cristal mientras ella sonreía sin cesar al helado viento que llegó con el tren y desapareció tan pronto como éste lo hizo. Aquella estación era un enorme esqueleto de metal, rodeado de unos anchos muros que habían vivido mucho más que todas las personas que la pisaban a diario, dos vías lo cruzaban, bombeando cada pocos minutos a cientos de pasajeros que evitaban cruzar miradas y corrían hacía el exterior, como hacen las hormigas en busca de alimento. Era un lugar demasiado frío para recibimientos y, a menudo, lágrimas de impotencia y tristeza se perdían c...